SIXTO
SEGUIL
EJERCICIOS DE MEMORIA
El aislamiento ha detenido por completo la rutina de compromisos laborales, ferias, encuentros con investigadores y homenajes de Sixto Seguil. Solo existe la espera de que todo este tiempo de delirio moderno termine para continuar con la exigencia de su labor: personificar la herencia de su tradición como maestro del mate burilado[1]. Sin embargo, este tiempo para Sixto, no ha pasado en vano, y él se prepara para cambiar un mundo, que en muchas ocasiones ha sido decepcionante o ingrato. Está enamorado de lo que hace y, a pesar de las dificultades, no ha dejado de hacerlo.
Durante este tiempo se ha embarcado en una empresa que demanda un ejercicio de memoria tan preciso como el paso de su buril: representar su propia historia. Una llena de detalles y de escenas que llenan su memoria y abigarran el mate que ya viene trabajando. Es allí donde el dibujo aparece como un recurso, donde el lápiz funciona como la varita que coloca el recuerdo sobre el papel.
Sixto no escribe sus memorias. Dibuja. Mientras recuerda, dibuja. Una cantidad de texto acompaña al dibujo, pero su forma de narrar la memoria es el dibujo. El dibujo es su recuerdo: él lo mira y burila. Mira la escena sin transferir el dibujo. Su maestría en el arte del mate pinta le permite abordar sin tropiezo ese bulto orgánico y sinuoso, que apoya sobre sus piernas y lustra tras cada línea.
El maestro, me ha permitido repasar cinco escenas de sus memorias, numeradas por ejecución, no por cronología y que, posiblemente, cambien de orden en la pieza final. En la primera, numerada diecisiete, describe la Estación Desamparados con un cartel que da la bienvenida y el Ferrocarril Central en primer plano. Los personajes que se ubican en la estación de trenes permanecen indistinguibles. Lo que vemos claramente es la representación de esa llegada a Lima desde Huancayo. Autos, construcciones y un puente niegan la perspectiva cónica, acomodando en nuestra mirada todos los elementos para el reconocimiento del espacio que es su propia carta de la ciudad.
En la escena dieciocho, se lee la leyenda:“Galería de Jhon Daivis organiza Asociación Nacional de Artesanos ANDA Cuerpo de paz de los Estados Unidos, invitados Apolonia y Sixto 1966”. Se ven personajes con características muy parecidas a los de la escena anterior. Gracias a la leyenda es posible identificar a Sixto, como el joven que sostiene un volumen que podemos reconocer como un mate alargado, a su madre Apolonia, con un mate circular y a John Davis, galerista impulsor del arte popular durante la decáda de 1960 que, con lentes y pipa sostiene un mate circular. La imagen nos ubica en el centro de arte impulsado por Davis en la avenida Ricardo Palma, en Miraflores.
Ambas escenas nos hablan del primer viaje de Sixto a Lima en 1966, a la edad de veintidós años, junto a su madre Apolonia. Esta perteneció a la tercera generación de la tradición familiar Dorregaray de los mates pinta y es la principal influencia de su aprendizaje.
El ejercicio de recordar lleva a Sixto a otro hecho que marca su historia. La imagen diecinueve juega nuevamente con la perspectiva: delimita el espacio donde ubica a sus personajes con líneas diagonales que dejan ver lo que “está detrás”, en un dibujo que desborda en movimiento. Nuevamente se representa junto a su madre. Ambos artistas presentan un mate ante diversas autoridades en una exposición inaugurada en el Parque de las Leyendas (antiguo zoológico de Lima), con la participación de los artesanos agrupados en el ANDA. En la zona superior izquierda se ven animales que logramos reconocer: el elefante y la jirafa en primera línea, terminan de describir el carácter del espacio representado.
Las escenas que siguen (veinte y veintiuno) evocan la infancia de Sixto. En ambas, repasa sus recuerdos y se sirve del texto para un mayor entendimiento. Su mirada, se sigue acomodando en los detalles que hace visibles, rompiendo la perspectiva clásica. La escena veinte nos presenta su escuela, ubicada en la Plaza Principal, junto a la iglesia de la comunidad. La evocación nos lleva a 1952, a la escuela de Cocha Chico, con niños que forman una fila frente a la entrada, junto a la figura de un adulto, posiblemente su profesor.
La última escena es la búsqueda por cartografiar el paisaje de su pueblo. Una serie de montañas y asentamientos se ordenan y todo lo vemos desde la altura imaginada por Sixto. En la zona central, hacia la izquierda, en el paraje de Hualau Pata, vemos a Sixto de niño, caminando en las alturas de su comunidad junto a sus ovejas. El texto nombra los parajes y mantiene en su memoria la secuencia de sus recorridos, insinuando un camino entre cerros en la zona inferior.
Sixto aprendió a burilar como aprendió a hablar y caminar. Como ha contado en múltiples entrevistas, la elaboración de los mates era un ejercicio continuo en la casa familiar Dorregaray. Creció viviendo la tradición familiar del mate pinta, como la llamaban, desconociendo el significado de las palabras arte y artista. Su bisabuelo Manuel, su abuelo Toribio, su madre Apolonia y todo su entorno se ha dedicado a esto como un trabajo y es en Sixto que ha recaído una responsabilidad mayor a la de burilar: la de comunicar.
Durante la exposición de mates organizada por la Casa de la Cultura de Huancayo en abril de 1964, José María Arguedas nombró a su madre Artista de los mates Del Valle del Mantaro y la invitó a fotografiarse para hacer legítima la mención. Apolonia preguntó, ¿qué ha querido decir el señor? ¿Qué es ser artista? Y se negó a recibir la fotografía. Esta evidencia fotográfica, altamente transitada en la historia de las artes populares, tuvo como custodio a Sixto, quién con veinte años comprendió el valor cultural del trabajo familiar heredado. Esto lo ha convertido, en obra y palabra, en el principal difusor de su género. Seguramente, durante todo este tiempo, ha despejado las dudas de porque su madre se dedicaba a ese trabajo, mientras compartía su regazo con un mate. Fue su mirada de niño la que le permitió el conocimiento que hoy alberga.
Naná Lavalle
Febrero, 2021
[1] La tradición del mate pinta se desarrolla principalmente en el Valle del Mantaro. La técnica consiste en realizar incisiones con un buril sobre la superficie de una calabaza, representando escenas costumbristas.
Sixto Seguil (Cochas, Huancayo 1944)
Aprendió el arte de burilar mates de su madre, doña Apolonia Dorregaray quien a su vez lo aprendió de su padre. Apolonia fue, en 1995, distinguida como Gran Maestra de la Artesanía Peruana. Durante su juventud, Sixto recibió numerosos reconocimientos por parte de la Casa de la Cultura y el Concejo Municipal de Huancayo. Más tarde, fue distinguido en las dos primeras ediciones de la Bienal Nacional de Artesanía, ambas realizadas en 1967 y 1969 respectivamente. A partir de entonces ha expuesto en importantes instituciones del Perú y el mundo. Apolonia sigue siendo la fuente de inspiración para su trabajo y está orgulloso de continuar su legado. Actualmente, Sixto trabaja junto a su esposa Juana y sus hijas.